Orhan Pamuk.
Las noches de la peste nos sitúa en la isla imaginaria de Minger, el estado número 29 del Imperio otomano, ubicada en algún lugar del Mediterráneo entre Creta y Chipre. Corre el año 1901 y una epidemia de peste ha llegado a la isla, donde imperan las tensiones entre ortodoxos y musulmanes. Es la tercera pandemia de la peste bubónica que dio comienzo en China y mató a millones de personas en toda Asia. El inspector jefe de sanidad es enviado por el sultán a la isla para corroborar el brote de peste y contener la plaga. Pero la enfermedad se propaga, y se declaran estrictas medidas de cuarentena: deben incinerarse los bienes de los infectados, tapiarse comercios y hogares, cesar toda actividad laboral y confinar a las familias. La incompetencia del gobernador y la administración local, la negativa del pueblo a respetar las prohibiciones y la resistencia de la población musulmana a la cuarentena provocan que la enfermedad se propague, haciendo que el recuento de muertos no pare de incrementarse.
Las noches de la peste es la historia de amor y lucha de unos protagonistas que lidian con las prohibiciones de la cuarentena, las tradiciones de la isla y las amenazas de muerte en una apasionante trama de atmósfera asfixiante.
«Gran parte de la literatura sobre plagas y enfermedades contagiosas presenta el descuido, la incompetencia y el egoísmo de los que están en el poder como únicos instigadores de la furia de las masas. […] Una reacción universal y aparentemente espontánea de la humanidad a las pandemias ha consistido siempre en crear rumores y difundir falsas informaciones. En el pasado, los rumores se alimentaban sobre todo de las informaciones erróneas y la imposibilidad de captar la situación global. […]
En un mundo sin periódicos, radio, televisión ni Internet, la mayoría analfabeta no disponía más que
de su imaginación para discernir dónde estaba el peligro, su gravedad y el grado de tormento que podía causar. Esa dependencia de la imaginación daba a los miedos de cada persona una voz propia,
que teñía de un tono lírico: localizado, espiritual y mítico».
Orhan Pamuk