En El peso de vivir en la tierra, David Toscana hace un espléndido recorrido por la literatura rusa y celebra a esos valientes escritores que fueron libres en un mundo que no lo era. También nos propone que, a falta de libreto, la vida se deje poseer por el espíritu del arte.
Años setenta, guerra fría y carrera espacial, un hombre llamado Nicolás admira tanto a los clásicos rusos como Gogol, Dostoyevski, Tolstói, Chéjov o Bábel, que decide, cual Alonso Quijano, cambiarse su nombre por uno en eslavo. Rebautizado como Nikolái le pide a su mujer y al borracho Guerásim viajar al espacio. Toscana es uno de los escritores más importantes de la literatura mexicana.
Nicolás tiene el alma grande. Por ello decide cambiar su nombre a Nikolái Nikoláievich Pseldónimov y comenzar a vivir con todo el fervor de un personaje de Gogol, Dostoyevski, Tolstói, Chéjov o Bábel, replicando sus proezas y sus infamias. En esa literatura rusa en la que cada gran escritor fue censurado, perseguido, apresado, desterrado, excomulgado, gulagueado o ejecutado, Nikolái y sus aliados descubren la libertad esencial del ser humano: la de imaginar. Tal como don Quijote, ellos habrán de crear su propio mundo y buscarán que sus vidas se vuelvan arte al emular las novelas que emulan la vida. Corre el año de 1971 y el mundo está atento a la carrera espacial. Los soviéticos han puesto a tres cosmonautas en la estación Sályut al tiempo que impiden a Solzhenitsyn viajar a Estocolmo para recibir su Premio Nobel. Nikolái le propone a su mujer y al borracho Guerásim viajar al espacio, aventura que habrán de consumar tras degustar lo sublime y podrido de la condición humana.